martes, 26 de enero de 2010

Crónica de un extranjero de viaje. Marruecos 1.

Introducción
Antes de comenzar es necesario aclarar que como extranjera, ya voy adquiriendo ciertos modismos castellanos. Con esto quiero decir que para algunos “hablo y escribo” como española y para otros como argentina.
Y por qué “hablo y escribo”?. Muy simple, como ya habrán notado las crónicas no son más que leer cómo hablo. Ahora bien, una vez aclarado lo aclarado, puedo ir cronológicamente por nuestras breves y divertidas vacaciones en Marrakech.

Día 1
Llegamos sin dormir, después de haber trabajado y con resaca. Un viaje de solo dos horas, suficientes para un miniavión con asientos como banquetas, a noventa grados, con espacio para piernas de no más de 50 cm (sin discriminar ni ofender a los enanos); en definitiva un avión para hobbits.

Ni bien bajar en medio de la pista, un poli con cara de pocos amigos te pide que digas a dónde te vas a hospedar. No lo sabemos, pero como no es cuestión de retrasarnos en este precario aeropuerto, el primero que aparezca en la guía, se inventa como nuestra futura cama. Logramos salir ilesos y tirarnos hacia el primer taxi que vemos, como si fuera la única gota de agua en el desierto.

Esta gente tan amable, habla en árabe y en francés; algunos pocos en inglés y español. Como se puede le indicamos y el tipo nos dejó, básicamente, donde se le cantaron los huevos.
Creo que era el centro, pero no había nada ni nadie que lo indicara, solo dos gatos y mucho olor a pis. Eran las 8 de la mañana y preguntamos a un baqueano por el primer "riad" más centrado que se nos ocurrió. El tipo fue a buscar su bici, cargó la maleta y nos llevó. ¡Qué buena onda!, pero cuánta desconfianza ante tanta generosidad.

Y así nos dimos un paseito de treinta minutos, nos metimos cada vez más en "la medina" y nos mezclamos con olores a distintas especias, pis, bollos fritos, pescado y mugre de la basura que hay en las calles. A medida que nos acercábamos al lugar al que el tipo creía ir, pero no iba porque estaba perdido, se iban abriendo algunas tiendas.

Llegamos a un callejón. En el extremo un hombre grandote (parecido al brutus de Popeye pero moro) y con cara de mala hostia nos pregunto a dónde ibamos. Nos deja pasar y nos sigue diciendo que él tiene habitación en un riad. Claro que desconfiamos.
El guía generosísimo también desconfiaba. Brutus insiste y lo convence a Juanda para que vea la habitación. Obviamente, la maleta no se queda sola con el generoso. Asique: Juanda se mete en una puertucha de mala muerte con Brutus. Yo me quedo con la maleta y generoso que insiste en que lo acompañe a ver la habitación. Cada vez me convenzo más de que a Juanda le van a robar, estos están complotados y nos trajeron a este callejón donde no pasan ni los gatos y son las 8 de la mañana, el mundo duerme, tengo sueño y vengo de laburar. ¡Ya me estoy calentando! 
Dejo de escuchar la voz de Juanda. Generoso me dice (con señas) que mire la maleta que va a ver si abren el sitio donde nos lleva (más vale que voy a mirar la maleta, a ver si se cree que me quedé afuera para verle la cara). Y ahora seguro que se trae refuerzos. En ese momento sale Juanda y dice “esto está de puta madre pero es caro, nos quedamos hoy y después vemos”; y atrás de él un francés también gigante que nos ayuda a deshacernos del generoso, que como corresponde exigió su paga.

¡Buenísimo! atrás de la puertucha un paraíso. Los riads no son más que habitaciones alrededor de un patio. Lo que sería cualquier casa andaluza o un conventillo. La diferencia es que acá en el centro no hay un aljibe sino un plátano... para mi gran entender de botánica, eso es una palmera gigante. No hace falta aclarar que todo tiene estilo árabe, muy pero muy guapo.
La habitación es genial y el baño también (única pretensión por mi parte), desayunamos románticamente y ¡¡¡a dormir!!! Bueno, lo de románticamente no fue tan así, el francés gigántulo también vino a desayunar con nosotros, menos mal que nos entretuvo porque no teníamos de qué hablar... y, al fin se fue!... No, error; al fin nos fuimos nosotros a dormir!

Por la tarde todo cambió.
Ni bien salir la gente iba y venía por esas calles que a las 8 no transitaron más que los turistas desconfiados y los lugareños avispados y generosos. Las mujeres vestidas con sus típicas túnicas, con los pañuelos en la cabeza y algunas hasta los ojos; sólo dejan una rendija para ver. Los hombres varían más el estilo: algunos túnicas, otros de occidentales modelo Bin Laden.
Si alguna vez vieron una películas donde se mostraba un pueblo del medioevo, esto es igual pero con los modelitos que les describí antes.

En las calles están todos los puestos de absolutamente todo lo que uno quiera, excepto farmacias abiertas con los anillos necesarios. Hay hombres haciendo grupos y leyendo el Corán. Pasan motitos, ciclomotores, bicicletas y motocletas (pedalear hasta que arranca el motor y se vuelve moto). Van tocando bocina y a los pedos por las calles super-estrechas. Se conduce peor que en Bs. As., pero mucho peor. ¡Sálvese quién pueda!, el más grande pasa por sus huevos y si no te movés te aplasta.

Los vendedores saludan a Juanda diciéndole Alibaba y le hablan todo el tiempo, en español; claro que su intención es vendernos. Hasta un niño de una tienda de especias nos empezó a tomar lección de cada una de ellas, si sabíamos para qué era cada una... prometimos volver.
A mi por suerte me ignoran. Mi técnica es no mirar nada con interés, no cruzar mirada con ningún vendedor y dar un NO rotundo con cara de mala hostia. A Juanda le ofrecieron hasta seis veces hachís, veremos...

Hemos pasado gran parte del día en la plaza de Djemaa el-Fna; y sus alrededores. Por la tarde lleno de puestos de jugos naturales, especias, hombres con monos, los famosos encantadores de serpientes con sus flautas (algo les hace ésa música que se levantan de verdad), grupos de mujeres que hacen tatuajes de henna, las mantas con los recuerdos-souvenirs, mujeres con bolsos de mimbre, las motos a todo pedo por entre medio de todo, carros empujados por niños, hombres y mujeres cargando sacos de lo que sea, hombres vendiendo agua, y tantos más. ¡Es un verdadero circo!

Alrededor de las 6 de la tarde empiezan a llegar carros con estructuras metálicas Para las 8 esas estructuras eran puestos de restaurantes con sus cocinas incluidas. Lo ideal ahí es comer todo lo que pase por el fuego, para eliminar posibilidades de intoxicación; nada fresco, porque no sabemos fresco de cuándo es.
A la noche la plaza se llena de grupos:
Músicos con tambores y castañuelas. Los que bailan son hombres travestidos con la cara cubierta que mueven el vientre mejor que cualquier mujer. Y ellas ni se acercan.
Hombres y (por separado) mujeres que cuentan cuentos a la luz de la candela rodeados de gente. No entendemos asique para que quedarnos
Un grupo con un hombre presentando a dos niños con guantes de boxeo que parecía iban a pelear pero no nos quedamos a ver.
Parece que la plaza se llama así “Djemaa el-Fna” desde que se ejecutaba gente en el año 1050, de ahí que el nombre significa “asamblea de los muertos” (Esto lo saqué de la guía asíque no lo duden) Y parece ser que la UNESCO lo declaró patrimonio de la humanidad en el 2001 por la calidad del espectáculo.

Durante las horas que estuvimos paseando llamaron tres veces cada dos horas a rezar, lo único que entendimos es Alá; para mi dicen: “vengan a rezaaaar”, “a rezar me cago en sus muertoooos”, “coño!, o vienen a rezar o van a ver, eh?!”. Juanda no cree que digan eso, pero como no sabemos es incomprobable.


NOTA DEL ACOMPAÑANTE:
Una morita atacó ferozmente a Paula con una aguja. Le agarró fuertemente la manita y en la plaza se montó el numerito. Afortunadamente Paula es buena yegua y se zafó de un ladrido (o será buena perra?). La cosa no terminó del todo mal.




lunes, 18 de enero de 2010

Consejos para levantarse a un vecino.

Este consejo es para una seguidora que lo ha pedido especialmente: “cuando lo veo en el edificio, lo saludo cordialmente; pero cuando lo veo en la calle, no. Aunque él tampoco me saluda en estos casos. ¿Qué me recomienda?".

Lo primero que hay que hacer es cruzartelo cada vez que puedas para saludarlo en el edificio (porque parece que es lo que mejor se les da); una vez conseguido esto, seguiremos el mismo procedimiento en la calle.
Hay que estar al acecho como un león cuando va a cazar a su presa, la posición mujer bolita en el piso con las manitos hacia adelante y esperando a saltar es muy importante, porque nos demuestra lo que serías capaz de hacer por el hombre de tu vida.
Podes esperarlo en las escaleras, el palier, los descansos, el cuartito de la basura, la terraza, etc; y cuando escuches que la puerta de su departamento se abre, zas! te le tiras encima y lo chocas para que deba saludarte. También se lo puede pechear, patear en los tobillos o hacerle sucutrule por la espalda al grito de “hola!”.

Imaginemos que sale de su casa a las 8 de la mañana para ir a trabajar, lo escuchamos previamente y ya estamos adentro del ascensor, así que cuando él lo llame nos va a encontrar ahí. Otra posibilidad más precisa, es viajar en ascensor desde las 7 de la mañana esperando que se suba, no puede fallar.
Una vez que se abre la puerta nos ve con un paraguas abierto, obviamente va a tener que comentar si llueve o no, que tanto frío o calor hace, si olvidó ponerse las cremas a la noche, si durmió solo o acompañado, o sea, las típicas charlas de ascensor.

Vuelve del trabajo y estamos en el palier hablando con el portero, cuando entra nos vamos con él hacia el ascensor (criticando al portero, obviamente); y utilizamos el viaje para saber cómo le fue en el trabajo, qué tal va su nuevo proyecto, qué comió al mediodía; las típicas charlas entre vecinos.

Al rato va a sacar la basura al cuartito y ahí estamos:
- ¿por qué dejas la basura en este piso?
- porque se me canta; hola, no?!... y enseguida una sonrisa, no vaya a pensar que sos una mala onda.

Mas tarde va a comprar cigarrillos y estamos en el descanso de la escalera, escuchamos su puerta, bajamos corriendo hasta la calle, y abajo le decimos que venimos de hacer ejercicio, ahí nomás se puede aprovechar para hablar de otra cosa y que no sea solo un saludo.

Antes que todo esto deberíamos haber hecho un breve resumen de su vida; tenemos que saber si tiene mujer (principalmente) y que tan fiel es a esa maldita condenada, de qué trabaja, dónde vive la familia, qué come, qué cine le gusta, a quién votó en las ultimas elecciones, si le gusta el vino con soda, de qué pata renguea.
Con toda esta información, en uno de estos cruces casuales, además del “hola” podemos arriesgar un “se me rompió la compu, ¿sabes quién la puede arreglar?; ah! si?, ¿sos técnico?, qué casualidad!”.
O “¿tenés idea de cómo se cuida un bonsai?, se me está secando; ah!si?, ¿sos botánico?, qué casualidad!”.
O “mi freezer hace mucho hielo, ¿sabes quién lo puede necesitar? ah!si?, ¿sos barman?, qué casualidad!”.
O “desde mi casa se ve una estrella nueva, ¿sabes cómo se llama? ah!si?, ¿sos astrónomo?, qué casualidad!”.
Es muy importante el “qué casualidad?!” y es muy importante que tenga que entrar a tu departamento para que puedan seguir conversando de la compu, el bonsai, los tragos o la astronomía.

Una vez que consigas esta confianza enseguida te va a hablar cuando te lo cruces en la calle, es obvio; ¿con quién más va a poder hablar de sistemas operativos, bonsais, alcoholes y astronomía sin que su interlocutor se quede dormido?

Tranquila que no puede fallar...



martes, 12 de enero de 2010

Crónicas de un extranjero. Parte 2.

¿Sabían que el primer derecho con el que nacen los niños, en cualquier parte del mundo, es a una identidad?.
Por eso a medida que uno crece y se desarrolla se hace llamar “Juan”, “Pedro”, “Laura”; o hasta nombres muy sofisticados como “Hermenegildo Carlos María de la Concha Purísima del Perú Pérez González”. Claro que todo depende de lo muy resentidos que hayan sido los progenitores del individuo en cuestión.

En fin, cuando uno reside en otro país, intenta adaptarse lo antes posible al estilo de vida de los baqueanos del lugar. Y sobre todo, se apura por lograr cierto confort, aunque sea el mínimo con el que contaba en su burocrático y complejo país.
Claro que cada una de las comodidades necesita de ciertos “tramitecillos”, nada es tan fácil como creíamos que era en Europa.
Finalmente, luego de varios meses de trabajo decidimos poner una linea telefónica en el departamento y así gozar de las vías de comunicación del primer mundo.

Es sabido que (en Argentina) la empresa “Telefónica”, se encargó de arruinarnos la vida durante mucho tiempo. Nos han estafado cuantas veces quisieron y lo seguirán haciendo hasta el fin de nuestros días.
También es sabido que Telefónica es una empresa española. Por lo tanto, hasta el rey se comunica con Telefónica, y aunque existen infinidad de empresas de comunicaciones si la linea no te la dan ellos no te la da ni el mismísimo papa en persona.
Así que, ¡jodete! Si querés teléfono, contrata a Telefónica que te caga un tiempito y después te cambias de empresa.
Obviamente, como toda jovencilla entusiasta, decido caer en las garras del sistema y traiciono mi sangre zurdita que dice “muerte a las empresas capitalistas”, “digamos NO a Telefónica y a las empresas que arruinaron el país”. En fin, eso es tiempo pasado, ¡¡¡a contratar telefónica y ser feliz!!!

Claro que por residir en el primer mundo el plan es súper económico y si lo contratas por internet no te vacían la cuenta bancaria. Todo parece funcionar como corresponde.
Hay que llenar el formulario de solicitud de linea.

Como todo formulario tiene (*), y en esos campos el dato debe existir o existir, no hay otra posibilidad, y es para todo el mundo igual.
¿A quién se le ocurre no tener los datos con (*)?. A saber: “(*) Primer Apellido”, “(*) Segundo Apellido”, “(*) Nombre”, etc.
Empezamos mal...

No es el primer “tramitecito” que hago y debo inventar un segundo apellido. Claro que mi madre tiene apellido, pero si no me registraron de esa manera, ¿por qué me obligan a usarlo?.
Vengo de fábrica con una falla, mi patente está inconclusa, ¿eso es grabe?. No todo el mundo goza de los privilegios del doble apellido. Y lo más triste es que no soy la única. Es un mal que afecta a millones de personas en todo el mundo. Es gente que logra sobrevivir pese a su deformidad. Es más, a cierta edad nos encariñamos con la deformidad y nos molesta tener que ocultarla.

En el caso del formulario de obra social, registro de conducir, inscripciones varias a lo que sea, he inventado un Capristo Ronconi ó Capristo Capristo (si!, no fui muuuuy creativa)
En este caso, y siendo por internet, no hay forma de obviar el campo de “(*) Segundo Apellido”, así que en un acto de creatividad argentina y obviamente, ofuscada por la obligatoriedad, decido llamarme Capristo Batman, Paula.
Claro que imaginé que este acto de “rebeldía y locura”, me iba a llevar a que se comunicaran conmigo diciendo “señorita Paula, usted es un poco gilipollas, no puede llamarse Batman de apellido. No mienta a una empresa del primer mundo y díganos la verdad. Deje de ocultar su identidad si quiere pertenecer”.

Imaginé mal. Siendo un país cada día más cúbico que cuadrado, decidieron enviarme la bienvenida a la empresa con una muy bonita carta a nombre de Capristo Batman Paula.





lunes, 4 de enero de 2010

Indignación. Prometedores natos.

Me indigna la gente que promete cosas que nunca cumple.
Son los que dicen: mañana me rapo; nunca más tomo alcohol, tengo una resaca que me muero; me voy a hacer paracaidista; voy a bajar la cuesta de la calle rodando y ése día me pongo el pantalón blanco; me hago médico sin frontera y viajo por el mundo; no, mejor payaso sin frontera porque para médico debería estudiar, así como estoy sería un peligro. Si el hombre guapo me mira voy y le beso; bueno, si me mira le invito una copa; bueno, tal vez le hable; ok, le sostengo la mirada.

Y lo peor es que este tipo de gente somos todos.
Así que, prometo que algún día voy a hacer lo que digo que voy a hacer y...
¡Dejaré de indignarme!