(y me puse filosófica...)
Cuando uno se traslada a una ciudad como Madrid, sabe que la comunicación con quienes a convivido durante los últimos años se va a tornar un poco difícil; y no por falta de medios, más bien la diferencia horaria es un “problemita”.
Claro que desde hace más de cien años existe el querido teléfono y más recientemente su hijo bobo el móvil, que por un lado nos tiene hiper-controlados pero en mi caso nos ayuda a estar más cerca, minuto a minuto.
La pregunta es ¿cómo se hace para no perder esa rutina que nos caracterizaba?
Y la respuesta es que los verdaderos amigos siempre encuentran la manera.
Y así nace la historia de la famosa página de internet “Facebook”, casi por obligación cívico-moral y hasta obediencia de vida.
Surgen cientos de personas que se contactan con uno por distintos motivos. Y descubro que formo parte de una generación hiper-comunicada e hiper-informada que no se entera de nada porque evita hablar mirándose a los ojos. ¿Qué básico, no?
Uno empieza a ser un “Roberto Carlos” con “un millón de amigos” de distintas partes del mundo. Empezás a enterarte de sus vidas, y de historias que nos son ajenas por completo, pero que llenan espacios y tiempos que en realidad no tenemos.
Pero, ¿qué es lo que nos hace “abrirnos” tanto a seres virtuales?; ¿por qué la confianza con un monitor y no con quien tengo al lado?; ¿qué tipo de “seguridad” encontramos en estas relaciones?.
Un gran amigo (de carne y hueso) me dijo: “qué tipo de confianza te da ninguna relación”, además nos justificó a todos con: “pasamos horas delante de un monitor laburando, es lógico que también conozcamos gente”.
Claro que es cierto que el tipo que “conocemos” en un boliche, un bar, una reunión, o donde sea; en realidad no lo conocemos. También es cierto que por lo menos viendo la cara, la expresión y escuchando el tono de voz deja de ser un “nadie” para pasar a tener identidad, supongamos “el de anteojos”, “el de rizos”, “el de remera verde”.
Además, es cierto que pasamos horas trabajando con las pc´s, pero ¿conocemos al tipo que labura al lado nuestro?. ¿Es una forma de comunicarnos o de aislarnos más?, mientras seguimos creyendo que conocemos gente, que en definitiva son “nadies", o mejor dicho, somos “nadies”.
Asique para terminar con esta filosofía barata y zapatos de goma, hace varios meses que eliminé a los “nadies” y solo me quedé con los que corpóreamente conozco y verdaderamente me interesan.
No crean nada de lo aquí narrado. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.