Llevo unos cuantos meses visitando médicos y como si fuera una novedad y nunca antes lo hubiera visto está la tan odiada e irritante “sala de espera”.
Se supone que si nos dieron cita con fecha y hora, no deberíamos esperar; aunque es verdad que no todos demoramos el mismo tiempo cuando entramos, pero si al llegar a tu hora hay cuatro tipos antes que vos, algo va mal.
El tema del tiempo del turno tendría que ir de acuerdo al médico pero ese es otro tema que trataré más adelante.
En la odiada sala de espera, además de la música horrible que acompaña a un televisor en silencio con un programa matutino de tertulianos ó noticias; podemos encontrar revistas viejas que se podrían catalogar dentro del juego “marque lo que no corresponde”. Por ejemplo: vas al dentista y tiene las típicas de cotilleo/choluleo, la del Clarín/El País y de aeromodelismo; en el ginecólogo encontrás las mismas de cotilleos, semanal y “Caza y pesca”. Obviamente las que “no corresponden” están casi nuevas, se vé que las hojeó el que las pagó y nadie más.
El tema decoración es muy amplio, pero con sólo mencionar a los cuadros que seguramente pintó el médico en cuestión, los almohadones tejidos de las sillas anti-comodidad, las fuentes de feng shui o las estatuillas de angelitos; ya sabemos a qué me refiero.
La pregunta es, y perdón por la insistencia, ¿por qué todos los pacientes (que somos mayoría) tenemos que esperar y el médico (que claramente es minoría), no?. Está clara la respuesta, él estudió y nosotros no.
Y hablando del tipo que estudió, tenemos varias clases o categorías:
Clase A ó “HdP”: te ignora, no te responde ni el “buenos días”. Si le pedís que te tome la presión/tensión te manda a pedir cita a la enfermera y esperarla, lo que hace que en 40 minutos más puedas desmayarte. No sonríe ni por miles de euros, en lugar de corazón tiene un pedacito de glaciar, no lloró ni cuando el rey león quedó huérfano, el Dr. House es un tierno al lado suyo.
Atiende un paciente por minuto, puede entrar en el libro guinness; así y todo tiene gente que espera, pero es culpa de los pacientes que contamos los síntomas y lo demoramos. Jamás dará un diagnóstico ó explicación, te medica y si te gusta bien y sino andate que tiene gente.
Clase B ó “A reprimido” ó “C moderado”: son la mayoría. Siempre tiene gente esperando, suele ser amable, pregunta síntomas y da mínimas explicaciones.
Demuestran todo el tiempo que están apurados y tienen que atender a mucha gente pero se esfuerzan por ser amables. Se levantan antes que uno de la silla y te abren la puerta, si tenías dudas buscalas en internet, no hay tiempo!
Clase C ó “Yo soy tu amigo fiel”: la espera puede ser de más de una hora. Son muy minoría. Cuando entrás te sonríe, te hace poner cómoda, se acuerda tu nombre, pregunta tus síntomas, quiere saber sobre tu familia y se preocupa por ellos. Te aconseja, te dan ganas de esperarlo a la salida y seguir charlando con él con una cervecita de por medio, que te cuente su vida y filosofar juntos.
Para terminar con la maldición del lugar del error, podemos encontrar distintos tipos de acompañantes en la espera. A saber: la típica vieja que busca conversación todo el tiempo con quien sea; la que se queja constantemente porque el aire acondicionado está a una temperatura que no es la suya; el que se llevó un libro y pasa a ser un genio porque ignora todo lo demás; la mina histérica que se altera porque tiene que esperar y le infla las pelotas al marido para que vaya y se queje a la secretaria; y la que observa todo y putea porque no se llevó libro, escucha a las viejas y encima espera a un clase A... ¡me voy que me llaman!