miércoles, 19 de octubre de 2011

No es insensibilidad, es sinceridad. Parte 2

Momentos previos al parto

Estoy de vuelta después de unos cuantos meses en los que no pude sentarme a escribir, ni mi cuerpo ni mi cerebro estaban en condiciones. Ahora que lo veo a la distancia, creo que tendría que haber compartido ése momento.

Lejos de convertirse éste, en un blog sobre maternidad, consejos y mujeres vestidas de blanco hablando en diminutivo; una vez más “No es insensibilidad, es sinceridad”.

Dentro de los momentos previos al parto es muy importante mencionar el famosísimo curso pre-parto. En ésta preparación tan constructiva para los primerizos padres, se hablan temas tan trascendentales como el jabón con el que se lavará la ropa del futuro retoño. Está muy bien que lo digan porque no todas lo sabemos, de hecho, es algo en lo que no hubiera pensado hasta que no lo han dicho. Pero, de ahí a debatir y llegar a 40 minutos con el tema me parece un exceso, dan ganas de pararse y gritar “usá el jabón que quieras, pelotuda, ¡es un puto jabón!. ¡Y éstas sillas nos van a romper las caderas a todas!”.

Tampoco es necesario que la matrona que prepara el curso nos hable como si fuésemos infradotadas, estamos embarazadas y el nivel intelectual no desciende por el crecimiento del vientre. Por lo menos no está demostrado científicamente, aunque con ciertos comentarios no sé qué pensar. “No quiero que me rasuren a la hora de parir”“Señora, usted va a parir y la cabeza de su criatura debe salir por un lugar donde se pueda ver, hay que podar!”

Creo que si hubiera sabido antes lo que iba a pasar en la preparación, a lo mejor no me preparaba. Eso de enseñar a respirar, saber cuándo pujar, que “papá” corte el cordón y que “mamá” termine de sacar al niño; son cosas muy bonitas que se ven en las películas y un porcentaje bajísimo de parejas logran hacer, el resto la rema como puede. Básicamente el curso nos sirvió para aburrirnos y asustarnos; uno sabe que va a ser doloroso, no es necesario insistir taaanto en el tema, en ése caso prefiero sorprenderme y dejar de teorizar al respecto.

Dentro de estos momentos previos, tengo que destacar la participación de “las viejas” desconocidas, que ya son parte de mi vida, son una institución, todavía no sé si las admiro por esa inmunidad con la que se mueven socialmente o las odio por esa falta de sentido común. Parece que a medida que pasa el tiempo se va perdiendo el criterio y aumenta el descaro.
Estas mujeres (vecinas, dependientas, compañeras de sala de espera, la que te empuja en la cola del mercado, etc) están por todos lados y cada vez que te ven se encargan de vaticinar si tu panza será niño o niña. “Señora, estoy de 8 meses, ¿no cree que la tecnología ya se encargó de asegurar de qué sexo será?”. Parece que no les alcanza, si ellas dicen la panza es redonda es una niña, si la panza es puntiaguda es niño, y si el ecógrafo dijo que era niña pero tenés panza puntiaguda; “no sabe nada, se equivocó” y agregan “que te repitan el estudio, no vaya a ser niño y tenés todo rosa”. ¡¿ROSA?! ¡¿por qué?!, ¡odio el rosa! “el rosa es muy bonito, es un signo de que es niña”. ¿De qué siglo es esa norma social?

También te preguntan con todo el atrevimiento cuánto aumentaste de peso, y eso puede desencadenar en “es mucho, debe ser un bebé grande, (y mirándote como si vieran morir a su mascota) pobre.” ó “¿nada más, estás segura que el bebé está bien?” ó “¿tanto?, no tenés tanta panza, ¿estás segura que estás de 8 meses?”. Una, además de ser una boluda que no sabe ni si quiera la última regla que tuvo, queda como temblando frente al “pobre”, ¡significa que el chico es enorme! o se come la cabeza durante unos minutos pensando “¿estará bien?”, y otra vez, ¿estará bien hecha la ecografía?.

Cuando empiezan los consejos es mejor huir o fingir estar muy cansada, aunque de los básicos no nos vamos a librar: “tenés que caminar mucho, beber mucho líquido, poner los pies en alto, comé sano, no salgas que hace mucho calor.” ¿Hay que aclararle que ya me manejo solita por la vida como para que me diga lo que tengo que hacer?. Lo ideal sería decirle que “muchas gracias por su preocupación, pero dado que usted es nadie en mi vida, le voy a decir a todo que “si” y seguiré mi camino” antes tendré que escuchar las anécdotas y desgracias de todas las mujeres que la vecina conoce y que han parido recientemente.
En un momento así, ¿por qué una no puede mandar a tomar por culo a todo el que opina sin pedir permiso?, se supone que una está mucho más sensible y se le puede perdonar la insolencia. Lo curioso es que se perdona la insolencia de la vieja y “la gordita” pasa a ser la loca con las hormonas alteradas.

Se va acercando el final de una de las charlas más fingidas de tu vida cuando sin quererlo te encontrás escuchando: “el miércoles es luna llena, seguro que parís” ó “va a llover y eso te puede adelantar el parto” ó “si caminás ligerito unos dos kilómetros seguro que baja el niño y nace” ó “qué baja está la panza, no pasa de mañana”. Resulta que unas completas desconocidas saben cuándo tu vástago va a decidir que está incómodo entre tus entrañas y vos de pronto te encontrás planificando para el miércoles salir a caminar apuntando la panza a la luna bajo la lluvia.




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