Cuando uno reside y recién llega a otro país, llamémosle España (Madrid para ser más precisos), intenta adaptarse lo antes posible al estilo de vida de los baqueanos del lugar.
Por eso, cuando meses atrás uno pensó dejar su burocrático país de residencia para irse a Europa, sabía que lo esperarían ciertos trámites. A saber: cambio de domicilio, consulados (italiano, español y argentino), canje del registro de conducir, cuenta bancaria y.... ¿cómo sigue mi trámite de homologación de título?
Todo parece indicar que está listo.... ¡¡¡a por él!!!
Efectiviwonder, mi título estaba listo. Ahora a rendir lo que me falta para conseguir el título español (porque mi carrera de productora de radio no existe en el viejo mundo).
¿A dónde me dirijo para averiguar? Al ministerio de educación oficina universidades, lo primero que se me ocurrió. Muy bien, allí voy con todos los papeles conseguidos hasta el momento.
La oficina es un recinto muuuy pequeñito. Sólo cuenta con tres escritorios y por supuesto debería haber tres personas que atienden. Está repleto de estanterías con libros y además tiene una maquinita, muy linda, que funciona oprimiendo un botón y te entrega un numerito para que esperes a ser llamado. ¡Qué lo parió!, cuánta tecnología para una simple sala de espera.
La mañana en que me apersoné en dicha oficina, estaba completamente vacía, sólo una jovencilla atendiendo a nadie.
- "Buen día, quería averiguar dónde puedo estudiar producción de audiovisuales"
- "Tiene que sacar un numerito"
- "Si, pero no hay nadie" (girando sobre mi eje y demostrando lo obvio)
- (Sonrisa de: "no te voy a atender si no sacas un número")
Obviamente, oprimo el botoncito hasta el fondo y sacó un "numerito". La miro y me siento a esperar innecesariamente mi turno... o mejor dicho, espero hasta que la muy puta decide llamar mi "numerito". Me acerco a su ínfimo escritorio, que vendría a ser como su "centro de poder", y...
Otra vez frente a frente, después de habernos maldecido mutuamente, ¡me mira como si no me conociera! (pasaron solo 3 minutos, no pudiste olvidarte de mi cara en tan poco tiempo, y menos si no me fui).
Nuevamente repito como si fuera la primera vez:
- "Buen día, quería averiguar dónde puedo estudiar producción de audiovisuales"
- "Se tiene que dirigir a la oficina que está en Gran Vía. Aquí no es"
- "Gracias"
y me retiré hecha una furia y dando un portazo (que encima no sonó porque las puertas tienen freno)
Pero qué hija de puta!!! ¡¿Estaba aburrida?!. ¿¡Para qué tanta boludez!? ¡Encima NO era ahí!
No me lo podía decir en lugar de lo del "numerito"!? Si es una frase, UNA frase!
Qué pasa, ¡¿le rompí su cuadrado esquema de atención?! ¡¿La descoloqué?!
Y claaaro, pobre mina, demasiado: vio una mujer (que no había visto nunca), que hablaba otro idioma (más raro, la primera argentina que atiende en su vida), y encima intenta ese jueguito de "me llevo el mundo por delante" como todos los argentinos, la viveza criolla que le dicen...
En fin, en mi próxima entrega les contaré cómo sigo arruinando la vida de estos vaqueanos pobres e indefensos.
PD: me acordé mucho de la empleada de Gasalla.
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