Antes de comenzar es necesario aclarar que como extranjera, ya voy adquiriendo ciertos modismos castellanos. Con esto quiero decir que para algunos “hablo y escribo” como española y para otros como argentina.
Y por qué “hablo y escribo”?. Muy simple, como ya habrán notado las crónicas no son más que leer cómo hablo. Ahora bien, una vez aclarado lo aclarado, puedo ir cronológicamente por nuestras breves y divertidas vacaciones en Marrakech.
Día 1
Llegamos sin dormir, después de haber trabajado y con resaca. Un viaje de solo dos horas, suficientes para un miniavión con asientos como banquetas, a noventa grados, con espacio para piernas de no más de 50 cm (sin discriminar ni ofender a los enanos); en definitiva un avión para hobbits.
Ni bien bajar en medio de la pista, un poli con cara de pocos amigos te pide que digas a dónde te vas a hospedar. No lo sabemos, pero como no es cuestión de retrasarnos en este precario aeropuerto, el primero que aparezca en la guía, se inventa como nuestra futura cama. Logramos salir ilesos y tirarnos hacia el primer taxi que vemos, como si fuera la única gota de agua en el desierto.
Esta gente tan amable, habla en árabe y en francés; algunos pocos en inglés y español. Como se puede le indicamos y el tipo nos dejó, básicamente, donde se le cantaron los huevos.
Creo que era el centro, pero no había nada ni nadie que lo indicara, solo dos gatos y mucho olor a pis. Eran las 8 de la mañana y preguntamos a un baqueano por el primer "riad" más centrado que se nos ocurrió. El tipo fue a buscar su bici, cargó la maleta y nos llevó. ¡Qué buena onda!, pero cuánta desconfianza ante tanta generosidad.
Y así nos dimos un paseito de treinta minutos, nos metimos cada vez más en "la medina" y nos mezclamos con olores a distintas especias, pis, bollos fritos, pescado y mugre de la basura que hay en las calles. A medida que nos acercábamos al lugar al que el tipo creía ir, pero no iba porque estaba perdido, se iban abriendo algunas tiendas.
Llegamos a un callejón. En el extremo un hombre grandote (parecido al brutus de Popeye pero moro) y con cara de mala hostia nos pregunto a dónde ibamos. Nos deja pasar y nos sigue diciendo que él tiene habitación en un riad. Claro que desconfiamos.
El guía generosísimo también desconfiaba. Brutus insiste y lo convence a Juanda para que vea la habitación. Obviamente, la maleta no se queda sola con el generoso. Asique: Juanda se mete en una puertucha de mala muerte con Brutus. Yo me quedo con la maleta y generoso que insiste en que lo acompañe a ver la habitación. Cada vez me convenzo más de que a Juanda le van a robar, estos están complotados y nos trajeron a este callejón donde no pasan ni los gatos y son las 8 de la mañana, el mundo duerme, tengo sueño y vengo de laburar. ¡Ya me estoy calentando!
Dejo de escuchar la voz de Juanda. Generoso me dice (con señas) que mire la maleta que va a ver si abren el sitio donde nos lleva (más vale que voy a mirar la maleta, a ver si se cree que me quedé afuera para verle la cara). Y ahora seguro que se trae refuerzos. En ese momento sale Juanda y dice “esto está de puta madre pero es caro, nos quedamos hoy y después vemos”; y atrás de él un francés también gigante que nos ayuda a deshacernos del generoso, que como corresponde exigió su paga.
¡Buenísimo! atrás de la puertucha un paraíso. Los riads no son más que habitaciones alrededor de un patio. Lo que sería cualquier casa andaluza o un conventillo. La diferencia es que acá en el centro no hay un aljibe sino un plátano... para mi gran entender de botánica, eso es una palmera gigante. No hace falta aclarar que todo tiene estilo árabe, muy pero muy guapo.
La habitación es genial y el baño también (única pretensión por mi parte), desayunamos románticamente y ¡¡¡a dormir!!! Bueno, lo de románticamente no fue tan así, el francés gigántulo también vino a desayunar con nosotros, menos mal que nos entretuvo porque no teníamos de qué hablar... y, al fin se fue!... No, error; al fin nos fuimos nosotros a dormir!
Por la tarde todo cambió.
Ni bien salir la gente iba y venía por esas calles que a las 8 no transitaron más que los turistas desconfiados y los lugareños avispados y generosos. Las mujeres vestidas con sus típicas túnicas, con los pañuelos en la cabeza y algunas hasta los ojos; sólo dejan una rendija para ver. Los hombres varían más el estilo: algunos túnicas, otros de occidentales modelo Bin Laden.
Si alguna vez vieron una películas donde se mostraba un pueblo del medioevo, esto es igual pero con los modelitos que les describí antes.
En las calles están todos los puestos de absolutamente todo lo que uno quiera, excepto farmacias abiertas con los anillos necesarios. Hay hombres haciendo grupos y leyendo el Corán. Pasan motitos, ciclomotores, bicicletas y motocletas (pedalear hasta que arranca el motor y se vuelve moto). Van tocando bocina y a los pedos por las calles super-estrechas. Se conduce peor que en Bs. As., pero mucho peor. ¡Sálvese quién pueda!, el más grande pasa por sus huevos y si no te movés te aplasta.
Los vendedores saludan a Juanda diciéndole Alibaba y le hablan todo el tiempo, en español; claro que su intención es vendernos. Hasta un niño de una tienda de especias nos empezó a tomar lección de cada una de ellas, si sabíamos para qué era cada una... prometimos volver.
A mi por suerte me ignoran. Mi técnica es no mirar nada con interés, no cruzar mirada con ningún vendedor y dar un NO rotundo con cara de mala hostia. A Juanda le ofrecieron hasta seis veces hachís, veremos...
Hemos pasado gran parte del día en la plaza de Djemaa el-Fna; y sus alrededores. Por la tarde lleno de puestos de jugos naturales, especias, hombres con monos, los famosos encantadores de serpientes con sus flautas (algo les hace ésa música que se levantan de verdad), grupos de mujeres que hacen tatuajes de henna, las mantas con los recuerdos-souvenirs, mujeres con bolsos de mimbre, las motos a todo pedo por entre medio de todo, carros empujados por niños, hombres y mujeres cargando sacos de lo que sea, hombres vendiendo agua, y tantos más. ¡Es un verdadero circo!
Alrededor de las 6 de la tarde empiezan a llegar carros con estructuras metálicas Para las 8 esas estructuras eran puestos de restaurantes con sus cocinas incluidas. Lo ideal ahí es comer todo lo que pase por el fuego, para eliminar posibilidades de intoxicación; nada fresco, porque no sabemos fresco de cuándo es.
A la noche la plaza se llena de grupos:
Músicos con tambores y castañuelas. Los que bailan son hombres travestidos con la cara cubierta que mueven el vientre mejor que cualquier mujer. Y ellas ni se acercan.
Hombres y (por separado) mujeres que cuentan cuentos a la luz de la candela rodeados de gente. No entendemos asique para que quedarnos
Un grupo con un hombre presentando a dos niños con guantes de boxeo que parecía iban a pelear pero no nos quedamos a ver.
Parece que la plaza se llama así “Djemaa el-Fna” desde que se ejecutaba gente en el año 1050, de ahí que el nombre significa “asamblea de los muertos” (Esto lo saqué de la guía asíque no lo duden) Y parece ser que la UNESCO lo declaró patrimonio de la humanidad en el 2001 por la calidad del espectáculo.
Durante las horas que estuvimos paseando llamaron tres veces cada dos horas a rezar, lo único que entendimos es Alá; para mi dicen: “vengan a rezaaaar”, “a rezar me cago en sus muertoooos”, “coño!, o vienen a rezar o van a ver, eh?!”. Juanda no cree que digan eso, pero como no sabemos es incomprobable.
NOTA DEL ACOMPAÑANTE:
Una morita atacó ferozmente a Paula con una aguja. Le agarró fuertemente la manita y en la plaza se montó el numerito. Afortunadamente Paula es buena yegua y se zafó de un ladrido (o será buena perra?). La cosa no terminó del todo mal.