Sábado de trasnoche, relajados y con la compañía de la televisión como cortinilla musical.
Ninguno de los dos sabe bien de qué se trata el programa; pero ahí está.
“Ése es un director de cine muy conocido”, dijo él indicando al conductor.
“Y éste también, es Stagor Dipapi”; agregó.
Ella, recostada en el sillón, intentaba reconocer alguna de las tantas películas que nombraban por segundo.
“Ése director se llama Stagor Dipapi”; insiste.
“Sí?!, ah...” responde ella automáticamente y agrega “tiene la cabeza muy pequeña para el cuerpo o el cuerpo muy grande para su cabecita”.
Y nuevamente “se llama Stagor Dipapi”;
“Eso ya me lo dijiste tres veces; (hace una pausa) ¡¿qué?! que se llama “estás gordi papi”?!”; preguntó precisamente cuando decidió apagar la bendita TV. Les estaba haciendo mucho daño a su relación.
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