Día 5
Essaouira nos esperaba, primero desayunamos en la terraza del riad con las gaviotas intentando robarnos el pan y jugando con Juanda.
La ciudad no tiene mucho más que lo ya contado, es preciosa y los colores de las ropas en sus distintos tonos saturados; hacen que sea mucho más vistosa y agradable de pasear.
Aunque existan los hombres moscas al acecho, no dejan de ser serviciales y pesados a la vez.
Hay también varias tiendas de bisutería y antigüedades con símbolos extraños.
Estábamos en eso cuando un Abedul nos invitó a su tienda. Empezó a abrir distintos cofres repletos de cosas. De uno de ellos, empezó a sacar pulseras hechas con hueso y plata. Dice que son artesanías bereber hechas en el desierto. De otro sacó collares, los más curiosos eran distintos modelos de “la vía láctea” y otro de las distintas tiendas que montan las familias en el desierto; resulta que las mujeres se tatúan ese símbolo en la cara. Esto es lo que contó, de ahí a que sea cierto... A esta altura desconfío de todos.
No nos quería decir precios; se trajo un té, nos sentamos en una mini-sillas, alrededor de una mini-mesa y dijo que eligiéramos que después nos hacía precio por todo.
De otro cofre sacó brújulas colgantes, ninguna con agujas, dice que cada una es distinta porque son de las distintas familias que acampan en el Sahara. El tema es que terminamos eligiendo un collar brújula, un collar vía láctea y una pulsera de cobre que dijo que era buena para el reuma. Y como a Juanda le duelen las lumbares dice que si es reuma lo va a combatir con la pulsera cuerpo a cuerpo. La negociación la empezó él diciendo 900 D, o sea, 90 euros. ¡¿Estás loco?! Él insistía en que negociáramos, para esto sólo hablaba con Juanda, a mi me incluyó un poco cuando vio que no le aumentábamos la transacción más de 250 D (25 euros) y empezó a pedir algo para cambiar: móvil, perfume, condones.
¡¿Condones?!, eso si. Le ofrecimos los cuatro y 250 D, no quiso. Ok, no te preocupes, tan amigos como siempre, te regalamos los forros y adiós. Ante tanta generosidad se conmovió y nos dejó todo a 30 euros. Al final, por un tercio de su precio inicial, no estuvo tan mal la negociación. Dijo que eso era plata, (que no lo es) y que nos lo regalaba, que tampoco es así.
Mientras comíamos en una terracita al sol, con una temperatura ideal, apareció el Abedul de ayer. Primero lo llamó a Juanda para que le diera fuego. Después, para decirle que tocaba en un bar ahí cerca. Seguía sentado en la calle, al lado nuestro, lo vuelve a llamar para decirle que le va a mostrar su puesto. A esta altura nos estaba molestando un poco, por pesado; y si en un principio dijimos que después lo escucharíamos. La verdad es que no lo queríamos ni ver.
Tuvimos un incidente o casi incidente muy divertido. Casi me meto en una mezquita pensando que era una tienda. De pronto siento un tirón del brazo, cuando me di cuenta había como 30 tipos arrodillados en el suelo (culo en pompa) rezando.
En fin, esto ha sido todo por hoy. Ya estamos en el autobús camino a Marrakech. Autobús que casi perdemos por estar en un bar jugando al ajedrez.