miércoles, 24 de febrero de 2010

Crónica de un extranjero de viaje. Marruecos 5.

Día 5
Essaouira nos esperaba, primero desayunamos en la terraza del riad con las gaviotas intentando robarnos el pan y jugando con Juanda.
La ciudad no tiene mucho más que lo ya contado, es preciosa y los colores de las ropas en sus distintos tonos saturados; hacen que sea mucho más vistosa y agradable de pasear.

Aunque existan los hombres moscas al acecho, no dejan de ser serviciales y pesados a la vez.
Hay también varias tiendas de bisutería y antigüedades con símbolos extraños.
Estábamos en eso cuando un Abedul nos invitó a su tienda. Empezó a abrir distintos cofres repletos de cosas. De uno de ellos, empezó a sacar pulseras hechas con hueso y plata. Dice que son artesanías bereber hechas en el desierto. De otro sacó collares, los más curiosos eran distintos modelos de “la vía láctea” y otro de las distintas tiendas que montan las familias en el desierto; resulta que las mujeres se tatúan ese símbolo en la cara. Esto es lo que contó, de ahí a que sea cierto... A esta altura desconfío de todos.

No nos quería decir precios; se trajo un té, nos sentamos en una mini-sillas, alrededor de una mini-mesa y dijo que eligiéramos que después nos hacía precio por todo.
De otro cofre sacó brújulas colgantes, ninguna con agujas, dice que cada una es distinta porque son de las distintas familias que acampan en el Sahara. El tema es que terminamos eligiendo un collar brújula, un collar vía láctea y una pulsera de cobre que dijo que era buena para el reuma. Y como a Juanda le duelen las lumbares dice que si es reuma lo va a combatir con la pulsera cuerpo a cuerpo. La negociación la empezó él diciendo 900 D, o sea, 90 euros. ¡¿Estás loco?! Él insistía en que negociáramos, para esto sólo hablaba con Juanda, a mi me incluyó un poco cuando vio que no le aumentábamos la transacción más de 250 D (25 euros) y empezó a pedir algo para cambiar: móvil, perfume, condones.
¡¿Condones?!, eso si. Le ofrecimos los cuatro y 250 D, no quiso. Ok, no te preocupes, tan amigos como siempre, te regalamos los forros y adiós. Ante tanta generosidad se conmovió y nos dejó todo a 30 euros. Al final, por un tercio de su precio inicial, no estuvo tan mal la negociación. Dijo que eso era plata, (que no lo es) y que nos lo regalaba, que tampoco es así.

Mientras comíamos en una terracita al sol, con una temperatura ideal, apareció el Abedul de ayer. Primero lo llamó a Juanda para que le diera fuego. Después, para decirle que tocaba en un bar ahí cerca. Seguía sentado en la calle, al lado nuestro, lo vuelve a llamar para decirle que le va a mostrar su puesto. A esta altura nos estaba molestando un poco, por pesado; y si en un principio dijimos que después lo escucharíamos. La verdad es que no lo queríamos ni ver.

Tuvimos un incidente o casi incidente muy divertido. Casi me meto en una mezquita pensando que era una tienda. De pronto siento un tirón del brazo, cuando me di cuenta había como 30 tipos arrodillados en el suelo (culo en pompa) rezando.
En fin, esto ha sido todo por hoy. Ya estamos en el autobús camino a Marrakech. Autobús que casi perdemos por estar en un bar jugando al ajedrez.



martes, 16 de febrero de 2010

Crónica de un extranjero de viaje. Marruecos 4.

Día 4
Después de una muy fría noche nos fuimos para Essaouira. El viaje es de unas tres horas con un descansillo en la mitad. Fuimos atravesando puebluchos al costado de la ruta en pésimo estado (simil Argentina, aunque no simil España).

Al llegar a la ciudad enseguida advertimos que no tiene mucho en común con Marrakech. De por si es un pueblo de playa y pescadores; lo que hace que el día sea mucho más tranquilo. Si bien apenas bajamos del autobús nos estaban atosigando para llevarnos la maleta, guiarnos, vendernos porro y lo que quisiéramos; en cuanto dejamos la maleta en la habitación las moscas se calmaron y ya desde las puertas de los locales nos llamaban vascos. Juanda dice que eso va por mí, por la cara de mala leche y porque los ignoro, él va saludando cual rey en su carruaje y comentando que es de Sevilla, mientras sigue mi paso no acelerado pero sin pausa.

Los vendedores sentados en las puertas tomando su té, jugando a las cartas o conversando entre ellos; cuando nos hablan a nuestro paso; preguntan si queremos ver, que entremos para mirar todo y si otro día entraremos; ni bien dijeron otro día, nos acordamos de mi sobrina Uma y los dos dijimos: “mañana, a la mañana”.

La ciudad es bastante más pequeña, las calles son más amplias, un poco menos sucias y pareciera que con menos pobreza; y encima las casas son blancas con todas las aberturas azules. La medina está rodeada por una doble muralla con varias puertas de acceso y cada una con sus correspondientes cañones.

Además de ser la vasca mala onda, por lo que a mí se dirigen poco; parece que creen que a Juanda lo llevo de las narices, será porque el dinero lo manejo yo para no irnos de presupuesto. Aunque después delante del buitre me haga quedar como una miserable cuando el mismo camarero no me da el vuelto completo y se sirve su propina, de MI dinero. ¡Claro que me voy a calentar! Primero que no fue el camarero, sino el portero que dijo “hola” y lo mandaron a buscar cambio. Segundo que me das el vuelto y yo decido cuánto le dejo a LA camarera. ¡Tercero delante de él NO, es mostrarle tus cartas al adversario!

Cuando vuelva a Madrid, en el restaurante voy a hacer lo mismo; y cuando me paguen con tarjeta pongo mi tarifa. En fin, para ese entonces ya habíamos integrado eso de "prisa mata, amigo" y como todo lo tomamos a risa;  aunque me mini-indigné y no deje de comentarlo durante todo el viaje.

A la tarde mientras salimos a perdernos por las calles, mirando ropa me ofrecen opio. Me estoy empezando a replantear la imagen que transmito. Nos negamos al opio, a cambio le preguntamos por algo para fumar; el tal Abdalá, nos llevó a un antro por unas mini callecitas. En él nos tomamos un té, así se hacen los negocios. El trato no fue del todo malo, sobre todo por lo que nos contó: dice que si bien es ilegal, se puede consumir con discreción. Este nuevo rey, amigo del Juan Carlos, es un poco más permisivo y moderno. Su padre era muy severo y con él si que no se podía ni beber, ni fumar. El hijo parece que ablandó un poquito el sistema, se dio cuenta que del turismo puede sacar mucha pasta. 
Me sigue sorprendiendo que quieran al rey, y más un hombre bastante hippie-punk moro; de unos 50 años o menos pero muy hecho polvo.

Ya cuando cayó el sol salimos en busca de una cerveza y ¡madre mía!, llegamos a la “plaza te lío”.  Llegué a la conclusión que en este país cuando preguntas algo; los niños te van a timar, los jóvenes a liar, los adultos a vender y los viejos a mandar a la mierda y encima les pagas; no te cobran, pero les pagas.
Conseguimos la cervecita tibia. Y otra vez los niños intentando vender pañuelitos de papel lastimosamente, a éste le di las patatas fritas que se me habían antojado y más feliz que si le hubiera comprado la caja de pañuelos del mes, claro que dejó a mi niño protestando por quedarse sin patatas.  No entiendo la generosidad de este hombre, casi llora con la carita del nene pero casi me mata cuando vio ir sus papas, curioso...



martes, 9 de febrero de 2010

Crónica de un extranjero de viaje. Marruecos 3.

Día 3

Hoy no hubo grandes momentos, sí grandes cabreos. Que un tachero me cobre más de lo que corresponde me pone de muy mal humor. Y a Juanda que la comida no esté buena lo pone de peor humor.
Visitamos el jardín Majorelle, está bastante lejos y tuvimos que pillar un taxi, ya empezamos mal. La gracia del jardín es que lo regaló Yves Saint Laurent; que a su vez se lo había comprado a Jacques Majorelle. Este hombre tenía una colección de flora exótica; que para mi son muchos cactus-falos (Ra-falitos), de todos los tamaños, colores y formas; muchos aloe-vera; palmeras y plantas. Esto sigue siendo una propiedad privada y es muchísimo más grande que lo poco que se ve. No hay más que eso.

Al salir, negociamos con otro taxi para que nos lleve a la estación a sacar billete para ir mañana  a Essaouira. En este caso Juanda si me siguió el juego y no empezó a discutir conmigo dándole la razón al timador. ¿¡Cómo iba a querer ir caminando!? Tuvimos más suerte: por el mismo precio que el anterior; nos llevó a la estación, esperó y de ahí a una cooperativa para saber cuánto valen realmente las cosas.

Además, éste buen hombre nos fue contando un poquito de qué va el rollo rey. Parece que la gente lo quiere, por eso en todos los sitios hay cuadros de la familia real. Y no los cuelgan porque estén obligados al mejor estilo Perón, sino porque lo quieren y quieren la paz; y parece que sólo el rey se las da. El gobierno, además, lo compone un primer ministro elegido por todos los ministros, pero que si al rey no le cae en gracia se cambia. A los ministros sí que los elige la gente.
En fin, eso es lo que nos ha contado.

En la cooperativa nos anclamos como dos horas, es gigantesca y encontramos lo mismo que en las calles a un precio razonable o mejor dicho real, sin regateos y sin nadie que nos agobie para vendernos. Ahí nos enteramos que lo que pagamos al niño del zahara occidental y su padre estaba bien. El tema es que con el regateo pueden llegar a ganar más, nunca van a perder, a lo sumo lo venden a lo que vale.

Al salir de la cooperativa y notar que eran las cuatro de la tarde, Juanda casi se muere de inanición y empezamos la búsqueda de un sitio para comer. Una vez más nos perdimos, caminamos muchísimo para el lado equivocado, hasta que decidimos desandar lo andado y tirar para el lado que conocemos sin innovar en la ruta. La idea era comer cerca de las tumbas saadíes para después visitar a los muertos. La cosa es que una vez reubicados en el camino de Alá, se nos cruzó un nuevo niño de unos 15 años y prometiendo comida; nos llevó al sitio en que decidimos volver. A cambio de nada!, porque inmediatamente le dejé claro que no quería guía, que no tenía plata y que estaba de mala hostia.
Cuando nos vimos en el mismo lugar del que nos alejamos hacia media hora me cagué en su madre; y en su abuela cuando llegamos al sitio para comer y estaba cerrado. Para esa altura la única alterada no era yo. Nos detuvimos y con toda la seriedad famélica, Juanda le explicó que nos dejara en paz. Lo entendió.

Y las tumbas saadíes? Bien gracias.
En el riad fuimos al hammam. A mi entender lo mejor del día. Es una mini-habitación con piso y paredes de mármol; unas piletas como de lavar ropa con agua caliente y una asistente. Primero nos pasamos savon noir, un jabón negro muy suave hecho con aceite de palmera y oliva. Luego, tumbados en el piso con una manopla nos exfolió el cuerpo, para quitar células muertes.
Y para terminar un poco de “shampú bereber” que se hace con barro, aceites esenciales y arena del sahara. Salimos de ahí con la piel como la de un bebé!
A la asistente buena onda, le daba un poquito de vergüenza lijar a Juanda. Creo que porque gritaba “cucu, qué bueno! genial!", y esas cosas. Y porque mientras me lijaba a mi, él le comentaba que tenía muchos metros de piel para trabajar por larga. Y encima yo le pregunto si me quito el sujetador y... no!, no!. La pobre chica no nos quiere volver a ver.

A la noche (no muy tarde porque todo cierra temprano) cenamos en un lugar para occidentales, pero con buena comida marroquí y vino. Llevábamos tres días sin alcohol. Lo más común suele ser el “tajim”, de ternera, cordero, verduras, con o sin couscous, etc; cerdo NO. El tajim es como una cazuela de barro con tapa loca como un embudo donde se cocina. Al final no deja de ser un guiso y el toque moro es la condimentación excesiva. A mi me sabe todo con el mismo gusto: picante.
Intentamos entrar a un sitio que decía abierto hasta las 23 hs, para tomarnos una copa, pero a las 22 ya estaba cerrado.
Definitivamente, el ritmo marroquí no es ni cerca parecido al madrileño.



miércoles, 3 de febrero de 2010

Crónica de un extranjero de viaje. Marruecos 2.

Día 2
Hoy otra vez desayunamos con Michelle (el francés gigántulo), insistió en que nos quedáramos ahí, y nosotros en que es caro; ni una palabra más. Asique empezó la búsqueda del anillo. 
Hoy las llamadas a rezar fueron distintas a las de ayer, eso dice Juanda. Para mi es la misma a cada hora de cada día, pero cambia en la hora; ¿se entendió?. Igual seguimos sin saber que dicen, creo que hoy iba por el lado de “recen putas! ó las bendeciré con muchos hijos!”

Fuimos a conocer los zocos. Son las fábricas de todo lo que se vende en las calles: babuchas, plata, luthiers, cueros, hilados, etc. Hoy estaban más pesaditos para que compremos, está decidido que la que va a negociar soy yo, asíque no nos paramos en ningún sitio.
Seguimos en búsqueda de la “Madraza de Alí Ibn Yusuf”. Nos perdimos por Marrakech profundo hasta que un niño nos guió, obviamente esperó su recompensa; y como le pareció poco nos mandó a cambiar para darle más; el muy cabrón no tenía más de 10 años y nos tuvo en jaque hasta que obtuvo lo que quiso.

Resulta que La Madraza es una escuela coránica del s. XIV. Todas las cúpulas y paredes del patio están labradas en madera. Tiene 130 habitaciones (las conté), ninguna igual a la otra, aunque todas excesivamente pequeñas. Y un solo baño!!! Parece un buen lugar para estudiar el corán pero muy malo para respirar, son minúsculas.

De ahí pasamos por el museo de Marrakech, parece ser que fue la primera escuela de mujeres en la ciudad, en el '65. La verdad que son impresionantes las columnas, pisos, paredes, puertas, luces; todo lo edilicio; todo lo demás es igual a lo que se ve fuera del museo; y tiene su lógica, siendo una ciudad del medioevo en el museo no puede tener cosas mucho más antiguas.

Decidimos comprar té verde (el whisky marroquí) y nos atendió otro niño de unos 9 añitos. El angelito pretendió cobrarnos 10 gramos de té a 10 euros. Claro está que aunque el que se comunica es Juanda, en un impecable inglés y no tan impecable francés; de números me entero enseguida y le dije que estaba loco, y él también lo entendió enseguida. La transacción resultó por 2 euros y aún así nos estafó.
Y ya que estamos con la tierna infancia, hubo uno en la “plaza circo” que quería que le compráramos pañuelos descartables. No tenía más de 6 años era muy pequeño y pedía lastimosamente. Esto hizo que Juanda se debilitara y enterneciera, esas cosas se notan y al ver la presa fácil nos siguió durante 5 minutos. Cuando se cansó y notó que no le iba a dar nada se fue al grito de “fuck you”!.

Ya para terminar con los angelitos de Alá, entramos a comprar especias a un joven de no más de 14 años. Nos recibió con alegría al grito de “Alí Babá (Juanda) volvió”, le decía al padre. Al final me dijeron que yo era bereber por como negociaba, aunque de mucho no me sirvió porque pagó Juanda y no vio que le daban de menos; en fin, mañana me encargo de la economía del resto de las vacaciones.

Algo curioso es que no vemos muchos perros, aunque gatos si. Yo creo que es porque se los comen, de hecho había un par de bichos colgados que no supimos que eran...
Ya de noche cenamos en la Plaza de Djmaa el-Fna en los puestos de la calle con dulces de postre.
Los dulces son geniales! y eso que no tienen chocolate, mucho con almendras, pistacho y coco; ¡buenísimos!
De vuelta en el nuevo riad baratito y a descansar. El aire del desierto, los moros que no callan, la caminata cuidándose de las motos, burros  y niños; es realmente agotadora.